top of page
Foto del escritorCarmen San Antón Pedernales

ENEMIGAS íNTIMAS

Tengo 99 años y estoy luchando con todas mis fuerzas para cumplir l0S 100, una tarea muy difícil pues ni fumo ni bebo ni nada de nada y no sé qué hacer ya para seguir viva. Procuro no tener ningún tropiezo con nada ni nadie, solo luchar para cumplir los 100, después ya me puedo ir.

Mi amiga Adela tuvo un homenaje maravilloso cuando los cumplió. La peinaron y maquillaron e incluso estrenó un vestido y zapatos a juego, salió en la televisión rodeada de su familia y amigos, yo asistí y tuve muchísima envidia, siempre ha tenido más suerte que yo y no quisiera que también me ganara en el número de años.

Volvieron a ponerle el vestido y los zapatos cuando la visitó el alcalde y los concejales, le entregaron un ramo de flores y esta vez, salió en el periódico y le entrevistó una emisora de radio. ¿Cual es su secreto para estar tan bien con su edad?, ser buena persona, no hacer daño a nadie y tomar un vasito de vino de vez en cuando, dijo por la radio con su mejor sonrisa. !Que anciana tan encantadora!, la muy zorrona.

No terminó el homenaje aquí, el ayuntamiento en pleno, decidió poner una placa en su casa con la fecha de nacimiento y un recuerdo a su labor de maestra en el pueblo.

El caso es que las dos hemos sido maestras, ella muy corriente, de la antigua usanza, con la regla en la mano para dar coscorrones y poco más.

Yo también quiero un homenaje, quiero que me digan cosas bonitas,he sido buena maestra y que pongan una placa en mi casa, pero tengo que cumplir 100 años.


Adela y yo nos conocimos siendo niñas, éramos vecinas y junto con otro vecino más o menos de nuestra edad, Nicolás, formamos un trío inseparable desde que tengo memoria. Vivíamos en el campo, cada uno en su caserío con su familia, a dos km. del pueblo y lejos de la capital.

Siempre estábamos juntos, en el río, en la escuela, cogiendo grillos, "perretxicos", moras, fresas y correteando de aquí para allá, con pocos juguetes y mucho juego.

Seguimos juntos en nuestra juventud, Nicolás era alegre, cariñoso, guapo e inteligente, en la romerías y los domingos en la plaza del pueblo siempre bailaba con las dos, nos cogía por la cintura y nos reíamos mucho.

Además, los tres estudiábamos y eso era muy raro en nuestra aldea, todos empezaban a trabajar muy jóvenes, nos veían como un trío peculiar e inofensivo.

Nosotras íbamos para maestras y Nicolás sería médico, no es que hubiera mucho dinero en nuestras familias, de hecho, él cortaba el pelo y afeitaba a los vecinos en sus casas para ganar unas perras y nosotras ayudábamos en la huerta y en otros menesteres familiares.

A Nicolás le encantaban los árboles y las plantas, los libros, las abejas (tenía colmenas), cantar y bailar, pero sobre todo adoraba a los caballos.

Era "famoso" en la aldea por su habilidad con los animales y sobre todo con los caballos.


De vez en cuando, subía solo al monte que domina nuestro valle para encontrarse y admirar a los caballos salvajes que, por entonces, vivían allí. Volvía emocionado, le brillaban los ojos y a Adela y a mí, nos parecía más guapo, más alto, más todo.

Siempre decía que quería montar al jefe de la manada y que un día lo conseguiría, que tenía un plan y bajaría hasta el pueblo cabalgando en su caballo.


Un día, Nicolás subió al monte, llevaba tiempo observando la manada y decidió que era el momento, se acercó despacio, las yeguas se apartaron al verle pero el jefe de la manada se quedó quieto observando, avanzó despacio, sacó el grano que llevaba en el bolsillo del pantalón, se quitó la txapela, colocó el grano y se lo ofreció al caballo, éste agachó la cabeza, Nicolás le agarró de la crin y le montó. El caballo empezó a galopar monte abajo como un rayo con Nicolás abrazado a él con todas sus fuerzas.

Al llegar al valle, le lanzó por los aires como a un muñeco ante la mirada atónita de los vecinos que trabajaban en sus campos.

Corrieron todos al lugar y encontraron a Nicolás tendido en la hierba, inconsciente y sangrando profusamente de una ceja. Creyeron que estaba muerto, pero no, le llevaron a la capital, al hospital y le ingresaron con "pronóstico reservado".

Adela y yo estábamos locas de dolor, fuimos a su caserío a ofrecernos para cuidarle en el hospital que estaba lejos y todas las manos eran pocas.

Las dos nos turnabamos para cuidarle, un día una y otro, la otra. Era trabajoso, andábamos los 2 km. hasta el pueblo, allí cogíamos el tren y ya en la capital, un autobús hasta el hospital y otra vez lo mismo de vuelta a casa.

Así pasaron 40 días con sus 40 noches, Nicolás inconsciente o semiinconsciente, los médicos no decían gran cosa, solo que era joven y fuerte y eso quizá podría ayudar.


Un día, Adela volvió excitadísima de la visita, entró como una exhalación en mi casa y dijo que Nicolás había despertado y estaba mucho mejor. Nos abrazamos dando brincos, reímos y lloramos de alegría y le propuse que al día siguiente fuéramos juntas a verle. No puedo ir, dijo, tengo que ayudar en casa sin falta. Vete tú, ya verás qué bien le encuentras, parece un milagro.

Volví a casa loca de alegría, la noche se me hizo eterna, salí antes de casa para coger el primer tren que iba muy despacio, me parecía a mí. Cogí un taxi (era un lujo) en vez del autobús y entré en su habitación con mi mejor vestido, radiante de felicidad.

Nicolás estaba despierto con un vendaje en en la cabeza, nos miramos y nos abrazamos casi sin poder hablar.

Me senté en la silla a su lado y él me cogió de las manos y me dijo: Petra, tengo que decirte algo, soy muy feliz, me he comprometido con Adela. Ayer cuando desperté ella estaba a mi lado, creí ver un ángel, incluso me pareció un sueño, me cogió de la mano y me habló con una dulzura que me pareció música. Ella me ha cuidado, ya sé que tú también, siempre serás una hermana para mí. Cuando la ví en mi despertar una luz me iluminó y nos hemos prometido amor eterno.

Yo empecé a llorar, Petra, Petra, no llores, dijo él, ¿por qué lloras?, hoy es un gran día.

Lloro de alegría, dije, ya sabes que me emociono con facilidad y nos volvimos a abrazar mientras todo mi cuerpo temblaba de dolor.

Volví a casa envuelta en una nube,mejor dicho, en unos nubarrones negros con todos mis sentidos a flor de piel, aporree la puerta de Adela, entré en su casa hecha un basilisco y grité, ¿por qué no me lo has dicho?, ella tan serena como siempre dijo, porque es mejor que te lo haya dicho él. A mí nunca me lo hubieras perdonado pero a él, sí. Yo lloraba llena de rabia y dolor. Yo también le quiero, dije.Ya lo sé, dijo Adela, pero al despertar estaba yo allí, una de las dos tenía que ser y me ha tocado a mí.

No te pongas así, prosiguió, eres una dramática, Pedro el vecino de arriba, quiere salir contigo, le gustas, me lo ha dicho su hermana y es un chico muy majo.


Salí de allí totalmente descompuesta y me encerré en mi habitación a llorar y a odiar a Adela.Mi madre se preocupó, incluso pensaron que había cogido "algo" en el hospital.

Pero el tiempo pasa y éramos jòvenes, me hice maestra y me casé con Pedro el vecino de arriba. Para no tener que ver constantemente a Adela, maestra como yo, pedí un destino en un pueblo cercano, nos seguimos viendo, claro está, Adela tiene dos hijos varones (sigue viva con 101 años) y yo tengo una hija.

No hemos tenido mala vida, Pedro era muy bueno y aprendí a quererlo, nuestras vidas han sido apacibles y el tiempo va curando todo, ya casi había olvidado esta historia hasta que llegó el homenaje a Adela, de pronto como si fuera una ráfaga, una iluminación, mientras escuchaba las alabanzas y miraba a Adela, todo volvió: Nicolás herido, el tren, el hospital, mi dolor, mi rencor y comprendí que nunca la había perdonado, que había puesto un tapón en la herida para que no sangrara y sentí un profundo odio por mi amiga íntima sentada allí con sus flores y alabanzas.

Necesito el homenaje, no puede ser que Adela siempre me adelante, ella siempre la primera en todo, en las oposiciones a maestra, en dinero, en éxito social y así siempre, por esto he escrito este recuerdo, bueno, no, no lo he escrito yo, no puedo escribir, me cansa y me tiembla el pulso, pero tengo memoria y voz. Le pedía a mi hija que lo escribiera, yo le iba contando la historia y ella lo escribía, por cierto, a veces yo me repetía y me liaba y ella lo ha redactado muy bien. Según hablaba, ponía los ojos como platos, no sabía nada, nunca lo he contado, ni siquiera a mí misma, conoció muy bien a Adela y Nicolás que tenía una gran cicatriz que le cubría la ceja derecha y le contó que fue la coz de un caballo. Se emocionó y me abrazó llena de cariño mientras una lágrima le corría por su mejilla. Nos abrazamos y besamos entre lágrimas, lloramos por Pedro, por Nicolás, por Adela y por nosotras mismas.

Me siento en paz, me siento fuerte, sé que cumpliré los 100 años y tendré mi homenaje.

Mi hija me lo ha prometido y me ha pedido que le cuente más historias, ella escribirá todo lo que yo quiera. !Qué pena que hayamos empezado tan tarde! No tengo tiempo que perder, ya he empezado a contarle otra...




115 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

Comments


bottom of page