Hace años trabajaba como maestra en un precioso pueblo del sur y me adjudicaron una materia optativa, "Historia, conceptos y leyes sobre el Patrimonio", se apuntaron 4 alumnos de 2º de Bachillerato de Arte, 2 chicas y 2 chicos.
Tan reducido número facilitó la relación, hizo que lo pasáramos muy bien y nos dio libertad para entrar y salir de museos, archivos, palacios, casas catalogadas por Patrimonio, etc. La pequeña ciudad acababa de recibir el título de la UNESCO, y esta fue la razón de la asignatura optativa en el curriculum de Bachillerato de Arte.
En el pequeño grupo, los dos chicos eran totalmente opuestos, Antonio era tranquilo, misterioso, moreno con el cabello muy largo, un tanto ausente e inquietante pero sobre todo, no hablaba nunca a no ser que te dirigieras a él, permanecía impasible como un brujo indio de las viejas películas del oeste.
Álvaro era jovial e inquieto, guapo, inteligente, ambicioso y con vocación de líder parlanchín, además era rubio y con el pelo corto, pero sobre todo, no callaba nunca.
Las tres mujeres del grupo, las dos alumnas, Eva e Isabel y yo, hacíamos lo posible para que se callara uno y hablara el otro, a fin de cuentas estábamos en clase y era mi deber que Antonio desarrollara su oralidad y Álvaro su sosiego.
Pronto tiramos la toalla, nos relajamos y el curso transcurrió plácidamente y con provecho.
Al cabo de 9 meses, unos días antes de despedirnos, hicimos un balance de todo lo realizado y aprendido, el curso, las notas, etc. etc. Cuando llegó el turno de palabra de Álvaro, terminó su exposición diciendo emocionado..."Porqué a mí me gustaría ser como Antonio, te tengo envidia, dijo mirando a Antonio, me gustaría no hablar tanto, ¡soy un metepatas!....Antonio le miró asombrado y dijo, pero, !Cómo!, yo quiero ser como tú, expresarme así de bien, sin miedo, !Tú sí que me das envidia!.
Salieron los cuatro charlando tan contentos, empezaba el verano y tenían un 10 cada uno en Patrimonio.
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